Ha sido especial. Todo. Desde el señor que nos hizo la primera foto, que ya parecía del mismo Faro, hasta el autobusero consejero. No han faltado miradas de complicidad. Todo ha sido auténtico: la alberguista solitaria; el dandy de nuestro hostal y su carraspeo continuo; la cama sonora;los primeros rayos de sol; el aprendizaje de un vicio; los picores; la cena en el banco; los bailes sin sentido, pero con perro; la espera del autobús y esa chica que no podía dejar de mirar nadie; el partido a lo lejos; paella; Leo y sus dos besos tan portugueses; las ganas de Luci de llenar el estómago; los apretones de manos en el avión.
Siempre haciendo planes. Planes que pasan de ser simples ilusiones a vivencias.
FARO